domingo, 3 de mayo de 2009

DOS CORTADOS DOS COGÑACS


Domingo tres de la tarde. Lluvioso y muy frío. En las calles no camina ni un alma.
El bar es antiguo y está enclavado en el barrio de Boedo. Sillas de madera oscura, mesas sin mantel, mozos veteranos y cansinos. Solo una mesa está ocupada por dos hombres de unos cuarenta años vestidos con ropa informal pero cara. Uno de los dos levanta la mano y dice:
- Dos cortados y dos cogñacs, por favor...
Ustedes no me van a creer. Eran Dios y el Diablo. El mozo trajo los cafés, los cogñacs y un mazo de cartas españolas.
- Cualquier cosita, me llaman- dijo el mozo con acento español que no se le iría ni cien años.
Los hombres comenzaron tomando el café en silencio. Disfrutando la compañía de un antiguo amigo.
- ¿Cómo andás, viejo?- rompió el silencio el Lucifer.
- Bien, bien, un poco cansado, nada mas- dijo Dios.
- ¡Pero che, arriba ese ánimo carajo!
- Sí, tenés razón. Ya está. Ya se me pasó. ¿Vos, cómo estás?
- Tranquilo, tranquilo. ¿Y hoy?- dijo Satán mientras barajaba el mazo de cartas- ¿Qué apostamos hoy?.
- No sé. ¿Que te gustaría?
- La verdad es que no se me ocurre. La última vez te dejé con tan poco que no creo que te quede nada importante.
Dios negaba con la cabeza sonriendo con sorna.
- No te creas. Siempre queda algo, siempre.
- Mirá, los políticos, los curas y los dentistas hace rato que son míos. ¿Que vas a apostar?. Los periodistas se vinieron por propia voluntad y la vez anterior te gané a los plomeros y a los referís de fútbol.
- Esa vez me hiciste trampa, reconocelo.- dijo Dios señalándolo con el índice.
- Esta bien, lo admito. Es mi estilo y vos lo sabés muy bien. Te recuerdo que me creaste para eso.
- Es verdad te concebí para eso, pero tampoco te lo tomes tan a pecho. Conmigo deberías ser un poco más honesto.- dijo el supremo abriendo ligeramente las manos.
- Me parece que te olvidás porque me tuve que ir a vivir solo, hacete cargo de tus creaciones. No me pidas que sea buenito con vos. Bueno basta de charla. ¿ Que jugás?.
- Que te parece si apuesto a los médicos y vos apostás a los curas así los recupero.
- Mirá: vos tendrás a algunos médicos pero nada mas y en cuanto a los curas, sabés bien que ellos no quieren ir con vos, dicen que sos un poco “aburrido”, que conmigo se divierten más. Mejor te juego a los jueces que te están haciendo falta.
- No, en poco tiempo tendría que echarlos de nuevo. ¿Porqué no me devolvés a la policía o a los militares?
- Está bien los apuesto, pero vos apostás a los menores de cinco años que nos están haciendo falta. Algunos pecados no los podemos realizar.
- Sabés que es lo único que no puedo perder, no, no hay trato.
- Entonces, no sé – dijo Satanás tomando la copita de cogñac.
- No sé – dijo DIOS saboreando el café ya frío.
Pasaron largos minutos sin que nadie dijera nada. Solo se escuchaban los ruidos de los colectivos que pasaban por la calle y la mañana que empezaba a hacerse medio día.
- ¡Ya sé! – gritó Belcebú como si hubiera descubierto América.- se me acaba de ocurrir algo fantástico que no te podes negar.
- Siempre me puedo negar, entendés, siempre.
- Vas a ver que esta vez no tendrás dudas de la apuesta. Esto te conviene a vos y me conviene a mí. Claro, el que gana recibe la mejor parte.
- No puedo imaginar que se te ocurrió. Me muero de ganas por saberlo.
- Mirá, es bastante sencillo. Si yo pierdo todo lo que llevo ganado pasaría a ser tuyo. Sin ningún tipo de cláusulas.
- Sabés que no puedo apostar todo, tan estúpido no puedo ser.
- No, no te voy a pedir eso, tranquilo. Si vos llegas a perder lo único que quiero es que te tomes unas vacaciones de un tiempito. Y me dejes a mí trabajar tranquilo, sin interrupciones.
- ¿Cuánto tiempito?- preguntó Dios.
- Cien años, nada más. Creo que es un trato justo. ¿No te parece?.
- Como justo, es justo.- dudaba Dios.
- Eso sí, dijo Satán, nadie tiene que enterarse de este trato. Vamos querido, cien años pasan volando y si llegas a ganar recuperas todo. ¡Que aburrido va a estar esto!. No sé como voy a soportarlo. ¿Y? ¿Que me contestas?
Dios lo pensó muy poco tiempo. Su inteligencia es rapidísima. Entonces contestó.
- Está bien. Me parece justo el trato.
- ¡Excelente! ¿Empezamos?.
El diablo comenzó a barajar las cartas. Ellos solo jugaban al truco por que todos saben que dios no juega a los dados. Dios cortó y la partida se inició. FIN.

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